Había una vez una puta que era conocida en la región por ser la más hermosa y diestra de todas, era dueña de un burdel que estaba disfrazado como tienda de antigüedades, sí, a María le gustaban las cosas viejas que tenían historia, decía que cada objeto era un pedazo de vida y que se miraban muy bonitas en cualquier lugar.
Las mujeres me dijo un día; somos como estas antigüedades finas, estoy segura de que somos las únicas que reencarnamos y para ser honesta, la raíz de la belleza viene de nuestras vaginas, que es como un reloj antiguo que a veces se detiene y gesta un tiempo nuevo, al que llamamos vida.
Yo estaba ahí porque me iba estrenar en la profesión, iba a prostituir mi mente, mi cuerpo y a ponerle un precio muy alto a mis gemidos, alquilando cada día mis sábanas. Si me lo preguntan, nunca quise ser puta, yo quería ser abogada, pero María me dijo que no había mucha diferencia entre mi nuevo oficio y la carrera de leyes.
Te vas con el cliente; si es culpable de tener ganas lo encierras entre tus piernas y cuando ya haya “pagado” su sentencia lo dejas en libertad. Ves, entre abogada y puta solo hay un título de diferencia.
Para coger no hay tácticas, me dijo. La mujer sabe por instinto qué quiere el hombre, se lo da a conveniencia y se lo niega por diversión. Nosotras aquí no estamos para enamorarnos, ni divertirnos y mucho menos arrepentirnos. Si crees que no puedes con estas simples reglas, ahí está la puerta, vete.
Le dije que no era mujer de enamorarme en una sola noche ni mucho menos en la cama, que no tenía buena memoria, por ende tenía mala conciencia. Que mi diversión eran otros menesteres y que aunque gozaba abriendo mis piernas, era más feliz cuando las cerraba.
Un día después de muchos años trabajando bajo sus órdenes, María me vio llorar. El oficio cansa y la piel se gasta, el mundo es cruel y yo solo quiero descansar, le dije entre llantos y sollozos.
Me dijo que el mundo es un pañuelo y que equivocadamente lo utilizamos para secarnos el llanto con él. Entonces yo le pregunté para qué más servía un pañuelo y ella me respondió; para taparnos los ojos y darle duro a la piñata mientras disfrutamos la fiesta.
Te has ganado lo que tienes con el sudor de tu cuerpo, aún eres joven y ya es hora de irte.
Yo fui puta 15 años, María aún lo es.
Idea Original: Evelyn
Yo estaba ahí porque me iba estrenar en la profesión, iba a prostituir mi mente, mi cuerpo y a ponerle un precio muy alto a mis gemidos, alquilando cada día mis sábanas. Si me lo preguntan, nunca quise ser puta, yo quería ser abogada, pero María me dijo que no había mucha diferencia entre mi nuevo oficio y la carrera de leyes.
Te vas con el cliente; si es culpable de tener ganas lo encierras entre tus piernas y cuando ya haya “pagado” su sentencia lo dejas en libertad. Ves, entre abogada y puta solo hay un título de diferencia.
Para coger no hay tácticas, me dijo. La mujer sabe por instinto qué quiere el hombre, se lo da a conveniencia y se lo niega por diversión. Nosotras aquí no estamos para enamorarnos, ni divertirnos y mucho menos arrepentirnos. Si crees que no puedes con estas simples reglas, ahí está la puerta, vete.
Le dije que no era mujer de enamorarme en una sola noche ni mucho menos en la cama, que no tenía buena memoria, por ende tenía mala conciencia. Que mi diversión eran otros menesteres y que aunque gozaba abriendo mis piernas, era más feliz cuando las cerraba.
Un día después de muchos años trabajando bajo sus órdenes, María me vio llorar. El oficio cansa y la piel se gasta, el mundo es cruel y yo solo quiero descansar, le dije entre llantos y sollozos.
Me dijo que el mundo es un pañuelo y que equivocadamente lo utilizamos para secarnos el llanto con él. Entonces yo le pregunté para qué más servía un pañuelo y ella me respondió; para taparnos los ojos y darle duro a la piñata mientras disfrutamos la fiesta.
Te has ganado lo que tienes con el sudor de tu cuerpo, aún eres joven y ya es hora de irte.
Yo fui puta 15 años, María aún lo es.
Idea Original: Evelyn