Al menos eso es lo que me dio a entender un tal Teniente, Coronel, Mayor, Sargento o algo así de apellido Silfa o Silva.
Fue ayer en la mañana. Iba caminando a eso de las 9 am por la avenida Duarte y vi como en los parques cercanos habían uniformados ‘echando una pavita’, revisando el celular y en otro había uno hablando plácidamente con el muchacho que le estaba limpiando los zapatos. Más para abajo otros tres, pero estos vestían camisa khaki y pantalones verde olivo. Uno estaba muy recostado a un vehículo no policial, otro al cruzar la calle y un tercero caminaba en dirección al que estaba cerca del vehículo. Entonces en el cruce estaba el oficial de AMET haciendo lo suyo. Al cruzar la calle había una camioneta parqueada con dos policías dentro los cuales conversaban muy amenamente con un tipo de aspecto descuidado.
Y fue al acercarme a la otra esquina (justo frente a una tienda) que vi a cuatro, no uno ni dos ni tres sino cuatro uniformados de aspecto novato que hablaban de lo más tranquilos y al mirar a mi izquierda noto que hay otro uniformado que viste diferente así que supuse que seria de mayor rango. Estaba muy parado en la tienda de la esquina (justo en frente de los cuatro novatos) hablando con una mujer cuya cara me decía que estaban hablando de todo menos del trabajo del distinguido oficial de cuya mano colgaba un periódico.
Me acerqué al grupo y les pregunte si el señor que estaba al otro lado era su superior y me dijeron que si, acto seguido le pido que lo llamen y él viene rapidito. Le saludo con mi mejor sonrisa y me presento. Luego con tono sarcástico (muy normal en mi cuando de quejas se trata) le digo que tengo todo el camino viendo muchos uniformados en esa calle que a qué se debe tanta seguridad en una calle tan transitada. Me dijo que esa calle era cuna de muchos negocios y que su deber era proteger el comercio.
Le digo (esta vez con los ojos mirándolo bien fijo) que por si no lo sabe el peligro está en las calles laterales, justo donde ellos se ausentan y que es por eso que hay tanto peligro.
Me dice con risa entrecortada que ellos no pueden dejar las calles principales porque entonces el peligro se va para allá (mientras lo dice alza el pecho con aires de dios). Le digo que no es cuestión de mudarse, que a mi entender deberían darse algunas ’vuelticas’ para que eso espante a los antisociales... Me esquivó preguntándome por qué le hacía el comentario y le dije que ya era la segunda vez que antes de las 8 de la mañana alguien me despojaba de mis cosas. Me preguntó dónde fue y le dije que la primera vez fue detrás de Plaza Lama, la calle que está justo al lado de esta que ustedes tanto cuidan y la otra fue también en la calle trasera a la principal en los Alcarrizos.
Se hizo el loco y dijo: Ah pero en Los Alcarrizos.
Sí, en Los Alcarrizos y aquí también. -le dije-
Entonces ya para callarme dijo que sí, que él entiende la situación y que a medidas que el día avanza se dan par de ‘vuelticas’ en los alrededores. Como iba tarde para el trabajo le di las gracias por su atención (con el tono más sarcástico que encontré) y seguí mi ruta. Pensando que si al igual que los comerciantes chinos, japoneses o lo que sea que son los del Barrio Chino, los transeúntes les mojaramos las manos, otro gallo cantaría. De no ser cierta esta suposición mía, no veo razón para que se instalen en una esquina el día completo a hacer nada a parte de pitar mujeres, revisar celulares, leer periódicos y hablar. Si ese es el plan, deberían dar pistolas a los motoconchistas que ya hacen los mismo sin necesidad de ser llamados “Policías”
En la tarde, voy al destacamento a reportar el robo de mis documentos (para evitar que después vengan a buscarme cuando los encuentren tirados junto a un cadáver como generalmente hacen y me tilden de sospechosa. Tan eficientes ellos). Allá me atiende un señor muy amable, otro no tanto y una menor (a juzgar por su aspecto) sí, una menor de edad trabajando en un destacamento, pero ese no es el punto.
Ahora no tengo documentos, ni celular, ni internet, ni token, ni abrigo, ni libro, ni cepillos, ni chapstick ni brillo labial... ni pinchos, ni dinero -le dije al oficial-
Pero tiene la vida que es lo importante. -me dice-
Qué bonito... Me pregunto a qué le llama vida el oficial de la policía que quiso consolarme al decirme esto.
Para mi vida es paz y ya no tengo. No puedo evitar voltearme al oír un motor cerca ni puedo evitar mirar a quien lo conduce en busca de reconocer al que me despojo de mi cosas (no sé para qué). No puedo caminar sin estar nerviosa y mirar raro a todo el que va a mi lado.
No sé a qué se refería el distinguido representante de la Ley y el Orden. Pero no me convenció (y espero no se me tome por incrédula. Sé que pudo haber sido peor pero reconocerlo no hace que olvide que pudo ser mejor)
Luego le pregunto que cómo es posible que a plena luz uno no esté seguro mientras que los cuarteles están llenos. Me dice que los ladrones asechan a los policías. “Por ahí pasan diez ladrones y tú no sabes que son ladrones. Pasa un policía y de una vez se le reconoce. Pero no hay forma de identificarlos"
En ese momento me doy cuenta que eso de “Inteligencia Policíaca” solo se ve en las películas gringas; donde la gente tiene vocación.
Estoy generalizando y lo sé. Como sé también que no se resuelve el tema inseguridad poniendo a un grupo de pringados en las calles más transitadas del país. No dijo que se deba abandonar estas áreas, pero mi experiencia me ha demostrado que esa estrategia no funciona.
Hablando con unos compañeros de trabajo (antes de ir al destacamento) me decían que de lejos se reconoce a un delincuente. Y les creo. Creo que la policía debe mejorar muchos de sus procesos, pero el principal es el reclutamiento por llamarle de alguna manera. No todo el que lleva un uniforme esta comprometido con su país. Deben darles charlas y talleres con miras a desarrollar personas psicológicamente capacitadas para portar un arma y combatir la delincuencia. Desgraciadamente, los delincuentes son más inteligentes que las autoridades. Aquí los malos persiguen a los “buenos”.
Pero a pesar de todo creo en mi país. Sigo creyendo que somos un pueblo de gente decente, trabajadora, honesta; gente llena de amor, fe y respeto. Lastima que los medios se enfoquen en difundir las excepciones.
Y fue al acercarme a la otra esquina (justo frente a una tienda) que vi a cuatro, no uno ni dos ni tres sino cuatro uniformados de aspecto novato que hablaban de lo más tranquilos y al mirar a mi izquierda noto que hay otro uniformado que viste diferente así que supuse que seria de mayor rango. Estaba muy parado en la tienda de la esquina (justo en frente de los cuatro novatos) hablando con una mujer cuya cara me decía que estaban hablando de todo menos del trabajo del distinguido oficial de cuya mano colgaba un periódico.
Me acerqué al grupo y les pregunte si el señor que estaba al otro lado era su superior y me dijeron que si, acto seguido le pido que lo llamen y él viene rapidito. Le saludo con mi mejor sonrisa y me presento. Luego con tono sarcástico (muy normal en mi cuando de quejas se trata) le digo que tengo todo el camino viendo muchos uniformados en esa calle que a qué se debe tanta seguridad en una calle tan transitada. Me dijo que esa calle era cuna de muchos negocios y que su deber era proteger el comercio.
Le digo (esta vez con los ojos mirándolo bien fijo) que por si no lo sabe el peligro está en las calles laterales, justo donde ellos se ausentan y que es por eso que hay tanto peligro.
Me dice con risa entrecortada que ellos no pueden dejar las calles principales porque entonces el peligro se va para allá (mientras lo dice alza el pecho con aires de dios). Le digo que no es cuestión de mudarse, que a mi entender deberían darse algunas ’vuelticas’ para que eso espante a los antisociales... Me esquivó preguntándome por qué le hacía el comentario y le dije que ya era la segunda vez que antes de las 8 de la mañana alguien me despojaba de mis cosas. Me preguntó dónde fue y le dije que la primera vez fue detrás de Plaza Lama, la calle que está justo al lado de esta que ustedes tanto cuidan y la otra fue también en la calle trasera a la principal en los Alcarrizos.
Se hizo el loco y dijo: Ah pero en Los Alcarrizos.
Sí, en Los Alcarrizos y aquí también. -le dije-
Entonces ya para callarme dijo que sí, que él entiende la situación y que a medidas que el día avanza se dan par de ‘vuelticas’ en los alrededores. Como iba tarde para el trabajo le di las gracias por su atención (con el tono más sarcástico que encontré) y seguí mi ruta. Pensando que si al igual que los comerciantes chinos, japoneses o lo que sea que son los del Barrio Chino, los transeúntes les mojaramos las manos, otro gallo cantaría. De no ser cierta esta suposición mía, no veo razón para que se instalen en una esquina el día completo a hacer nada a parte de pitar mujeres, revisar celulares, leer periódicos y hablar. Si ese es el plan, deberían dar pistolas a los motoconchistas que ya hacen los mismo sin necesidad de ser llamados “Policías”
En la tarde, voy al destacamento a reportar el robo de mis documentos (para evitar que después vengan a buscarme cuando los encuentren tirados junto a un cadáver como generalmente hacen y me tilden de sospechosa. Tan eficientes ellos). Allá me atiende un señor muy amable, otro no tanto y una menor (a juzgar por su aspecto) sí, una menor de edad trabajando en un destacamento, pero ese no es el punto.
Ahora no tengo documentos, ni celular, ni internet, ni token, ni abrigo, ni libro, ni cepillos, ni chapstick ni brillo labial... ni pinchos, ni dinero -le dije al oficial-
Pero tiene la vida que es lo importante. -me dice-
Qué bonito... Me pregunto a qué le llama vida el oficial de la policía que quiso consolarme al decirme esto.
Para mi vida es paz y ya no tengo. No puedo evitar voltearme al oír un motor cerca ni puedo evitar mirar a quien lo conduce en busca de reconocer al que me despojo de mi cosas (no sé para qué). No puedo caminar sin estar nerviosa y mirar raro a todo el que va a mi lado.
No sé a qué se refería el distinguido representante de la Ley y el Orden. Pero no me convenció (y espero no se me tome por incrédula. Sé que pudo haber sido peor pero reconocerlo no hace que olvide que pudo ser mejor)
Luego le pregunto que cómo es posible que a plena luz uno no esté seguro mientras que los cuarteles están llenos. Me dice que los ladrones asechan a los policías. “Por ahí pasan diez ladrones y tú no sabes que son ladrones. Pasa un policía y de una vez se le reconoce. Pero no hay forma de identificarlos"
En ese momento me doy cuenta que eso de “Inteligencia Policíaca” solo se ve en las películas gringas; donde la gente tiene vocación.
Estoy generalizando y lo sé. Como sé también que no se resuelve el tema inseguridad poniendo a un grupo de pringados en las calles más transitadas del país. No dijo que se deba abandonar estas áreas, pero mi experiencia me ha demostrado que esa estrategia no funciona.
Hablando con unos compañeros de trabajo (antes de ir al destacamento) me decían que de lejos se reconoce a un delincuente. Y les creo. Creo que la policía debe mejorar muchos de sus procesos, pero el principal es el reclutamiento por llamarle de alguna manera. No todo el que lleva un uniforme esta comprometido con su país. Deben darles charlas y talleres con miras a desarrollar personas psicológicamente capacitadas para portar un arma y combatir la delincuencia. Desgraciadamente, los delincuentes son más inteligentes que las autoridades. Aquí los malos persiguen a los “buenos”.
Pero a pesar de todo creo en mi país. Sigo creyendo que somos un pueblo de gente decente, trabajadora, honesta; gente llena de amor, fe y respeto. Lastima que los medios se enfoquen en difundir las excepciones.